
Todo el mundo habrá comprado alguna vez un dispositivo buscando siempre una utilidad no corta en el tiempo, sino lo más prolongada en el tiempo posible. Obvio para sacar una rentabilidad a cualquier producto adquirido, y especialmente si es un particular para evitar en la medida de lo posible gastos ulteriores que afecten a su economía. no obstante, algo pende sobre cualquier dispositivo tal cual espada de Damocles, dispuesta a acabar con su funcionamiento idóneo tarde más o tarde un poco menos: la obsolescencia.
Esta afilada espada ha estado presente desde hace tiempo, provocada por intereses de ventas, como el Cártel Phoebus, integrado por los distintos fabricantes de bombillas, que desde 1924 hasta 1939 controló su fabricación e impuso un estándar de duración de 1000 horas de uso.

El término de obsolescencia tuvo sus orígenes en 1932, cuando un agente inmobiliario, Bernard London, propuso acabar con la Gran Depresión por medio de una obsolescencia planificada y con cobertura legal. Por suerte no fructificó su idea. No obstante, el término obsolescencia programada se popularizó cuando el diseñador industrial estadounidense Brooks Stevens decidió usarlo como el título de una charla que dió en Minneapolis en 1954. Surge la dinámica, el deseo de tener algo un poco más nuevo, un poco mejor y un poco más rápido de lo necesario.
Pueden distinguirse diferentes clases de obsolescencia:
- La obsolescencia técnica o funcional es la que se da cuando un producto queda desfasado porque se introduce otro en el mercado que funciona mejor.
- La obsolescencia estética o psicológica, que se produce en nuestras mentes cuando, a pesar de que el producto sigue funcionando correctamente, pasamos a considerarlo anticuado.
- La obsolescencia programada, que es la pérdida de funcionalidad de un producto que se introduce en el diseño de manera intencional, para que la vida útil se reduzca considerablemente.
- La obsolescencia informática es la que se produce cuando, por ejemplo, un programa informático deja de funcionar al actualizarse el sistema operativo.
- La obsolescencia indirecta es la que deriva de la imposibilidad de reparar un producto por falta de piezas de recambio adecuadas o por resultar imposible la reparación.

Estas dos últimas clases pueden incluirse en la programada, dependiendo muchas veces del fabricante dar una larga utilidad en el tiempo a sus productos, buscando que sus compradores tengan un óptimo disfrute del producto y, por tanto, una opinión muy buena sobre el fabricante, sobre la marca, o bien que busque un interés más rentable a su parecer, propiciando que determinados productos no tengan ya con el paso de los años o con el avance tecnológico una posibilidad de reparación o compatibilidad que les haga seguir siendo operativos, esto es, que prolongue su utilidad en el tiempo.
Seguro que conocéis algún caso o lo habéis sufrido de obsolescencia en alguno de vuestros dispositivos. Como muestra os expongo un caso reciente. Un conocido tiene desde el año 2009 una TV Samsung modelo LE32B530P7W, como figura en la imagen.

Este televisor le ha funcionado perfectamente sin ningún tipo de problema hasta que hace una semana de repente comenzó a fallarle el audio. El volumen del televisor aumentaba al máximo sin tocar el mando a distancia ni la botonera del lateral, o se bajaba al máximo de igual modo. Intentaba bajarlo o subirlo con el mando, pero no funcionaba. Intentó por la botonera con igual resultado. También intentó acceder al menú para realizar una reconfiguración por si acaso, pero ni por el mando ni por la botonera respondía la opción de menú. Sólo permitía apagar la TV.

Obviamente, ya han pasado unos años, por lo que la garantía queda descartada. Llama directamente al ver que no se puede soluconar al servicio técnico de Samsung, directamente al número que viene indicado en su web oficial. Atendido amablemente por el soporte técnico le explica el caso, indicando el modelo de TV. Le preguntan si es una Smart TV, esto es, si la TV está conectada a internet. Obviamente por el modelo y el año en que se adquirió no es así.
Le dirige entonces al servicio técnico presencial de Samsung en la Comunidad de Madrid, que lo presta una empresa denominada Servifax Electrónica S.L. Intenta contactar con dicha empresa, aunque no lo consigue. Por ello envía un email al correo electrónico que aparece en su web. Al cabo de unas horas recibe contestación, que podéis ver en la imagen de debajo.

En efecto, la espada de Damocles ya ha caído sobre este televisor. Ya no tiene remedio. No hay piezas para reparaciones al tener más de 15 años. Y por eso no merece tampoco revisarse ni dar recomendación alguna. La mejor recomendación: cómprate una TV Samsung nueva, manda al punto limpio esa antigualla que tienes, consume, gasta, sé feliz como Damocles en la corte, hasta que llegue de nuevo el temido momento en que veas la espada caer de nuevo y no puedas hacer nada otra vez. Un círculo sin fin de obsolescencia, un uróboro infernal, que cada vez ganará más terreno y que te obligará a consumir más, a ser más «feliz». Es la era de lo obsolescente, siempre tendrás algo más nuevo, mejor y cada vez más rápido hasta lo siguiente. Disfrutadlo.